Historia de Santa Teresa de los Andes

No es necesario vivir una vida larga para dejar una huella profunda. Teresa de Los Andes es prueba de ello.

Cuando era una niña que crecía a principios de 1900 en Santiago, Chile, Juana Fernández leyó una autobiografía de una santa nacida en Francia: Teresa, conocida popularmente como la Pequeña Flor. La experiencia profundizó su deseo de servir a Dios y aclaró el camino que seguiría. A los 19 años Juana se hizo monja carmelita, tomando el nombre de Teresa.

El convento ofrecía el estilo de vida sencillo que deseaba Teresa y la alegría de vivir en una comunidad de mujeres completamente entregadas a Dios. Enfocaba sus días en la oración y el sacrificio. “Soy de Dios”, escribió en su diario. “Él me creó y es mi principio y mi fin”.

Hacia el final de su corta vida, Teresa comenzó un apostolado de escribir cartas, compartiendo sus pensamientos sobre la vida espiritual con muchas personas. A los 20 años contrajo tifus y rápidamente tomó sus votos perpetuos. Murió poco tiempo después, durante la Semana Santa.

Conocida como la "Flor de los Andes", Teresa sigue siendo popular entre los aproximadamente 100.000 peregrinos que visitan su santuario en Los Andes cada año. Canonizada en 1993 por el Papa Juan Pablo II, es la primera santa de Chile.

Reflexión

Las gracias especiales concedidas a Santa Teresa reflejan la misteriosa sabiduría de Dios obrando en las personas, ya sean jóvenes o mayores. Parece que Dios tiene su propia lógica cuando se trata de quién obtiene qué en el ámbito de la gracia. Todo lo que podemos decir es; “Alabado sea el Señor”.

12 de abril