Historia de San Alfonso de Ligorio

La teología moral, dijo el Concilio Vaticano II, debe nutrirse más a fondo de la Escritura, y mostrar la nobleza de la vocación cristiana de los fieles y su obligación de fructificar en la caridad para la vida del mundo. Alfonso, declarado patrono de los teólogos morales por Pío XII en 1950, se regocijaría con esa afirmación.

En su día, Alfonso luchó por la liberación de la teología moral de la rigidez del jansenismo. Su teología moral, que tuvo 60 ediciones en el siglo que le siguió, se concentró en los problemas prácticos y concretos de los pastores y confesores. Si un cierto legalismo y minimalismo se deslizó en la teología moral, no debe atribuirse a este modelo de moderación y mansedumbre.

En la Universidad de Nápoles, Alfonso se doctoró por aclamación en derecho canónico y civil a los 16 años, pero pronto abandonó la práctica del derecho por la actividad apostólica. Fue ordenado sacerdote y concentró su labor pastoral en las misiones parroquiales populares, confesiones y formación de grupos cristianos.

Fundó la congregación redentorista en 1732. Era una asociación de sacerdotes y hermanos que vivían en común, dedicados a la imitación de Cristo, y que trabajaban principalmente en misiones populares para los campesinos de las zonas rurales. Casi como un presagio de lo que vendría después, se encontró abandonado después de un tiempo por todos sus compañeros originales excepto por un hermano lego. Pero la congregación logró sobrevivir y fue aprobada formalmente 17 años después, aunque sus problemas no habían terminado.

Las grandes reformas pastorales de Alfonso se dieron en el púlpito y el confesionario, reemplazando la oratoria pomposa de la época por la sencillez y el rigorismo del jansenismo por la amabilidad. Su gran fama como escritor ha eclipsado un poco el hecho de que durante 26 años recorrió el Reino de Nápoles predicando misiones populares.

Fue nombrado obispo a los 66 años después de intentar rechazar el honor y de inmediato instituyó una reforma completa de su diócesis.

Su mayor dolor llegó hacia el final de su vida. Los Redentoristas, que continuaron precariamente después de la supresión de los jesuitas en 1773, tuvieron dificultades para lograr que su Regla fuera aprobada por el Reino de Nápoles. Alfonso accedió a la condición de que no poseyeran bienes en común, pero con la connivencia de un alto funcionario redentorista, un funcionario real cambió sustancialmente la Regla. Alfonso, anciano, lisiado y con muy mala vista, firmó el documento, sin saber que había sido traicionado. Los Redentoristas en los Estados Pontificios se pusieron entonces bajo el mando del Papa, quien retiró a los de Nápoles de la jurisdicción de Alfonso. Fue solo después de su muerte que las ramas se unieron.

A los 71 años, Alfonso padecía dolores reumáticos que le provocaban una flexión incurable del cuello. Hasta que se enderezó un poco, la presión de su mentón le provocó una herida en carne viva en el pecho. Sufrió los últimos 18 meses de escrúpulos de “noche oscura”, miedos, tentaciones contra todo artículo de fe y toda virtud, intercalados con intervalos de luz y alivio, cuando los éxtasis eran frecuentes.

Alfonso es mejor conocido por su teología moral, pero también escribió bien en el campo de la teología espiritual y dogmática. Su glorias de maría es una de las grandes obras sobre ese tema, y ​​su libro Visitas al Santísimo Sacramento pasó por 40 ediciones en su vida, influyendo mucho en la práctica de esta devoción en la Iglesia.

Reflexión

San Alfonso fue conocido sobre todo como un hombre práctico que se ocupaba de lo concreto más que de lo abstracto. Su vida es de hecho un modelo práctico para el cristiano de todos los días que tiene dificultad para reconocer la dignidad de la vida cristiana en medio del torbellino de problemas, dolor, incomprensión y fracaso. Alfonso sufrió todas estas cosas. Es un santo porque fue capaz de mantener un sentido íntimo de la presencia de Cristo sufriente a través de todo.

1 ° de agosto