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24 de agosto | San Bartolomé

San Bartolomé

La historia de San Bartolomé

En el Nuevo Testamento, Bartolomé se menciona solo en las listas de los apóstoles. Algunos eruditos lo identifican con Natanael, un hombre de Caná de Galilea que fue llamado a Jesús por Felipe. Jesús le hizo un gran cumplido: “He aquí un verdadero israelita. No hay doblez en él” (Juan 1:47b). Cuando Natanael preguntó cómo lo conocía Jesús, Jesús dijo: “Te vi debajo de la higuera” (Juan 1:48b). Cualquiera que sea la sorprendente revelación que esto involucró, hizo que Natanael exclamara: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49b). Pero Jesús respondió: “¿Crees porque te dije que te vi debajo de la higuera? Cosas mayores que estas verás” (Juan 1:50b).

Natanael sí vio cosas más grandes. Fue uno de aquellos a quienes Jesús se apareció en la orilla del mar de Tiberíades después de su resurrección (ver Juan 21:1-14). Habían estado pescando toda la noche sin éxito. Por la mañana, vieron a alguien parado en la orilla aunque nadie sabía que era Jesús. Les dijo que echaran la red de nuevo, y la captura fue tan grande que no pudieron sacar la red. Entonces Juan gritó a Pedro: “¡Es el Señor!”.

Cuando trajeron el bote a la orilla, encontraron un fuego ardiendo, con un poco de pescado puesto sobre él y un poco de pan. Jesús les pidió que trajeran algunos de los peces que habían pescado y los invitó a venir y comer su comida. Juan relata que aunque sabían que era Jesús, ninguno de los apóstoles se atrevió a preguntar quién era. Esta, señala Juan, fue la tercera vez que Jesús se apareció a los apóstoles.

Reflexión

¿Bartolomé o Natanael? Nos enfrentamos de nuevo con el hecho de que no sabemos casi nada acerca de la mayoría de los apóstoles. Sin embargo, los desconocidos también fueron piedras fundamentales, los 12 pilares del nuevo Israel cuyas 12 tribus ahora abarcan toda la tierra. Sus personalidades eran secundarias, sin por ello ser menospreciadas, a su gran oficio de llevar la tradición desde su experiencia de primera mano, hablando en el nombre de Jesús, poniendo la Palabra hecha carne en palabras humanas para la iluminación del mundo. Su santidad no fue una contemplación introvertida de su estatus ante Dios. Era un regalo que tenían que compartir con los demás. La Buena Nueva fue que todos están llamados a la santidad de ser miembros de Cristo, por el don de la gracia de Dios.

El simple hecho es que la humanidad no tiene ningún sentido a menos que Dios sea su preocupación total. Entonces la humanidad, santificada con la propia santidad de Dios, se convierte en la creación más preciosa de Dios.

24 de agosto

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