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26 de agosto | San José Calasanz

San José Calasanz

Historia de San José Calasanz

Desde Aragón, donde nació en 1556, hasta Roma, donde murió 92 años después, la fortuna alternativamente sonrió y frunció el ceño ante la obra de José Calasanz. Sacerdote con formación universitaria en derecho canónico y teología, respetado por su sabiduría y pericia administrativa, dejó de lado su carrera porque estaba profundamente preocupado por la necesidad de educación de los niños pobres.

Cuando no pudo conseguir que otros institutos emprendieran este apostolado en Roma, José y varios compañeros proporcionaron personalmente una escuela gratuita para niños desfavorecidos. La respuesta fue tan abrumadora que hubo una necesidad constante de instalaciones más grandes para albergar su esfuerzo. Pronto, el Papa Clemente VIII dio apoyo a la escuela, y esta ayuda continuó bajo el Papa Pablo V. Se abrieron otras escuelas; otros hombres se sintieron atraídos por el trabajo, y en 1621 la comunidad —pues así vivían los maestros— fue reconocida como comunidad religiosa, los Clerks Regular of Religious Schools—Piarists o Scolopi. No mucho después, José fue nombrado superior vitalicio.

Una combinación de varios prejuicios y ambiciones políticas y maniobras causó mucha agitación en el instituto. ¡Algunos no estaban a favor de educar a los pobres, porque la educación dejaría a los pobres insatisfechos con sus humildes tareas para la sociedad! Otros se sorprendieron de que algunos de los escolapios fueran enviados para instruir a Galileo, un amigo de José, como superior, dividiendo así a los miembros en campos opuestos. Investigado repetidamente por comisiones papales, José fue degradado; cuando persistió la lucha dentro del instituto, los escolapios fueron reprimidos. Solo después de la muerte de José fueron reconocidos formalmente como comunidad religiosa. Su fiesta litúrgica se celebra el 25 de agosto.

Reflexión

Nadie sabía mejor que José la necesidad del trabajo que estaba haciendo; nadie sabía mejor que él cuán infundados eran los cargos que se le imputaban. Sin embargo, si iba a trabajar dentro de la Iglesia, se dio cuenta de que debía someterse a su autoridad, que debía aceptar un revés si no podía convencer a los investigadores autorizados. Mientras que los prejuicios, las intrigas y la ignorancia de los hombres a menudo impiden que la verdad emerja durante un largo período de tiempo, José estaba convencido, incluso bajo la represión, de que su instituto sería nuevamente reconocido y autorizado. A esta confianza unió una paciencia excepcional y un genuino espíritu de perdón.

26 de agosto

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