La historia de la presentación del Señor

A finales del siglo IV, una mujer llamada Etheria peregrinó a Jerusalén. Su diario, descubierto en 1887, ofrece una visión sin precedentes de la vida litúrgica allí. Entre las celebraciones que describe está la Epifanía, la observancia del nacimiento de Cristo y la procesión de gala en honor a su Presentación en el Templo 40 días después. Bajo la Ley Mosaica, una mujer era ritualmente “impura” durante 40 días después del parto, cuando debía presentarse a los sacerdotes y ofrecer sacrificio—su “purificación”. El contacto con cualquiera que hubiera rozado el misterio —nacimiento o muerte— excluía a una persona del culto judío. Esta fiesta enfatiza más la primera aparición de Jesús en el Templo que la purificación de María.

La observancia se extendió por toda la Iglesia occidental en los siglos quinto y sexto. Debido a que la Iglesia en Occidente celebró el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, la Presentación se trasladó al 2 de febrero, 40 días después de Navidad.

A principios del siglo VIII, el Papa Sergio inauguró una procesión a la luz de las velas; a finales del mismo siglo la bendición y distribución de velas, que continúa hasta el día de hoy, pasó a formar parte de la celebración, dando a la fiesta su nombre popular: Candelaria.

Reflexión

En el relato de Lucas, Jesús fue recibido en el templo por dos ancianos, Simeón y la viuda Ana. Encarnan a Israel en su espera paciente; reconocen al niño Jesús como el Mesías largamente esperado. Las primeras referencias a la fiesta romana la llaman la fiesta de San Simeón, el anciano que prorrumpió en un canto de alegría que la Iglesia todavía canta al final del día.

2 de febrero