16 de julio | Nuestra Señora del Monte Carmelo
La historia de Nuestra Señora del Monte Carmelo
Los ermitaños vivían en el Monte Carmelo cerca de la Fuente de Elías en el norte de Israel en el siglo XII. Tenían una capilla dedicada a Nuestra Señora. En el siglo XIII se les conocía como “Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo”. Pronto celebraron una Misa y Oficio especial en honor de María. En 1726 se convirtió en una celebración de la Iglesia universal bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. Durante siglos, los carmelitas se han visto a sí mismos como especialmente relacionados con María. Sus grandes santos y teólogos han promovido la devoción a ella ya menudo defendido el misterio de su Inmaculada Concepción.
Santa Teresa de Ávila llamó al Carmelo “la Orden de la Virgen”. San Juan de la Cruz le dio crédito a María por haberlo salvado de ahogarse cuando era niño, llevándolo al Carmelo y ayudándolo a escapar de la prisión. Santa Teresa del Niño Jesús creía que María la curó de la enfermedad. El día de su Primera Comunión, Teresa dedicó su vida a María. Durante los últimos días de su vida habló con frecuencia de María.
Existe una tradición, que puede no ser histórica, de que María se apareció a San Simón Stock, un líder de los carmelitas, y le dio un escapulario, diciéndole que promoviera la devoción a él. El escapulario es una versión modificada del propio vestido de María. Simboliza su protección especial y llama a los portadores a consagrarse a ella de una manera especial. El escapulario nos recuerda el llamado evangélico a la oración y la penitencia, un llamado que María modela de manera espléndida.
Reflexión
Los carmelitas fueron conocidos desde el principio como "Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". El título sugiere que vieron a María no solo como “madre”, sino también como “hermana”. La palabra hermana es un recordatorio de que María está muy cerca de nosotros. Ella es hija de Dios y por eso puede ayudarnos a ser auténticas hijas e hijos de Dios. Ella también puede ayudarnos a crecer en el aprecio de ser hermanas y hermanos unos de otros. Ella nos lleva a una nueva comprensión de que todos los seres humanos pertenecen a la familia de Dios. Cuando crece tal convicción, existe la esperanza de que la raza humana pueda encontrar su camino hacia la paz.
16 de julio