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29 de agosto | Martirio de San Juan Bautista

Martirio de San Juan Bautista

La historia del martirio de San Juan Bautista

El juramento ebrio de un rey con un sentido superficial del honor, una danza seductora y el odioso corazón de una reina se combinaron para provocar el martirio de Juan el Bautista. El más grande de los profetas sufrió la suerte de tantos profetas del Antiguo Testamento antes que él: el rechazo y el martirio. La “voz que clama en el desierto” no dudó en acusar a los culpables, no dudó en decir la verdad. ¿Pero por qué? ¿Qué posee a un hombre que daría su propia vida?

Este gran reformador religioso fue enviado por Dios para preparar al pueblo para el Mesías. Su vocación era la de dar desinteresadamente. El único poder que reclamó fue el Espíritu de Yahweh. “Yo los bautizo con agua, para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo. No soy digno de llevar sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11).

Las Escrituras nos dicen que muchas personas siguieron a Juan mirándolo en busca de esperanza, tal vez en anticipación de algún gran poder mesiánico. Juan nunca se permitió el falso honor de recibir a estas personas para su propia gloria. Sabía que su vocación era de preparación. Cuando llegó el momento, llevó a sus discípulos a Jesús: “Al día siguiente, Juan estaba allí de nuevo con dos de sus discípulos, y al ver pasar a Jesús, dijo: 'He aquí el Cordero de Dios'. Los dos discípulos oyeron lo que decía y siguieron a Jesús” (Juan 1:35-37).

Es Juan el Bautista quien ha señalado el camino a Cristo. La vida y la muerte de Juan fueron una entrega de sí mismo por Dios y por otras personas. Su estilo de vida sencillo era de completo desapego de las posesiones terrenales. Su corazón estaba centrado en Dios y en el llamado que escuchó del Espíritu de Dios hablando a su corazón. Confiado en la gracia de Dios, tuvo el valor de pronunciar palabras de condenación, arrepentimiento y salvación.

Reflexión

Cada uno de nosotros tiene un llamado que debemos escuchar. Nadie repetirá jamás la misión de Juan y, sin embargo, todos nosotros estamos llamados a esa misma misión. Es el papel del cristiano dar testimonio de Jesús. Cualquiera que sea nuestra posición en este mundo, estamos llamados a ser discípulos de Cristo. Por nuestras palabras y hechos, los demás deben darse cuenta de que vivimos en el gozo de saber que Jesús es el Señor. No tenemos que depender de nuestros propios recursos limitados, sino que podemos sacar fuerzas de la inmensidad de la gracia salvadora de Cristo.

29 de agosto

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