La historia de Santa Catalina de Génova

Ir a confesarse un día fue el punto de inflexión en la vida de Catalina.

Cuando nació Catalina, muchos nobles italianos apoyaban a los artistas y escritores del Renacimiento. Las necesidades de los pobres y los enfermos a menudo se vieron eclipsadas por el hambre de lujo y autocomplacencia. Los padres de Catalina eran miembros de la nobleza de Génova. A los 13, intentó convertirse en monja pero fracasó debido a su edad. A los 16 años se casó con Julián, un noble que resultó ser egoísta e infiel. Por un tiempo trató de adormecer su decepción con una vida de placer egoísta.

Un día, en la confesión, tuvo un nuevo sentido de sus propios pecados y cuánto la amaba Dios. Ella reformó su vida y le dio un buen ejemplo a Julián, quien pronto se apartó de su vida egocéntrica de distracción. Sin embargo, los gastos de Julian los habían arruinado financieramente. Él y Catalina decidieron vivir en el Pammatone, un gran hospital de Génova, y dedicarse allí a obras de caridad. Después de la muerte de Julian en 1497, Catalina se hizo cargo de la gestión del hospital.

Escribió sobre el purgatorio que, dijo, comienza en la tierra para las almas abiertas a Dios. La vida con Dios en el cielo es continuación y perfección de la vida con Dios comenzada en la tierra.

Agotada por su vida de abnegación, Catalina murió el 15 de septiembre de 1510 y fue canonizada en 1737.

Reflexión

La confesión regular y la Comunión frecuente pueden ayudarnos a ver la dirección, o deriva, de nuestra vida con Dios. Las personas que tienen un sentido realista de su propia pecaminosidad y de la grandeza de Dios son a menudo las que están más dispuestas a satisfacer las necesidades de su prójimo. Santa Catalina inició con entusiasmo su labor hospitalaria y fue fiel a ella en los momentos difíciles porque la inspiraba el amor de Dios, amor que se renovaba en ella por las Escrituras y los sacramentos.

26 de marzo